Y cuando deje de llover
igual termine de ver
las gotas de agua que entran en la tierra.
¡Qué ganas!
De pisar la tierra húmeda con los pies descalzos
y sentir el frío que sube por las piernas y eriza la piel.
Y si la lluvia no para
que me acople yo a su ritmo
a la cadencia de aquello que no tiene principio ni fin,
la verdad que no conoce de palabras
porque no las necesita
como yo, que dependo de ellas para procesar las tormentas y los remansos (sobre todo las tormentas).
Llueve.Y yo, entre relámpagos internos, escribo.
Publicado en redes sociales el 15 de mayo de 2020