
En los tiempos cortos/
Las esperas certeras/
La risa tonta/
El atracón de chocolate/
El cielo celeste/
El sol tocando mi cara/
En las calles vacías/
Los árboles altos/
Las copas de vino tinto/
Las miles de preguntas sin responder/
La necesidad de un abrazo/
El calor de un beso/
La luna en mi ventana/
¿Cuántas veces al día pienso en todo aquello en lo que no me reconozco y me gustaría que fuese una parte de mí, y todo aquello que niego de forma rotunda, a veces demasiado rotunda, por no querer que nunca sea un rasgo mío?
Cuando me canso de mí, me pongo a cantar. Y canto, más mal que bien, para reencontrar en la letra de una canción aquello que necesito decir y que, a fuerza de tanto pensar, se ha perdido en el laberinto de mi cabeza-en-constante-planteamiento.
¿Y si a fuerza de tanto reconocerme, me pierdo?
¿Tan malo sería perderme?
¿Dar un paseíto fuera de mí, y ver lo que me rodea con ojos de Otra?
Está decidido: hoy andaré por las calles como Otra.
(Y si, de casualidad, te cruzás en mi camino y no te saludo, no lo tomes a mal, seguramente en la piel de esa Otra no te conozco.
Eso sí: sonreíme, si no es mucho pedir. Que en la sonrisa anónima se esconde la promesa de que esa otredad no es ajena ni extranjera.
Y eso –llamalo consuelo de tontos— reconforta un poco).
Publicado en redes sociales el 20 de enero de 2020.