
Viajo para resetearme. Para reflexionar desde la distancia y tomar perspectiva. Para cerrar algunas cosas y dar sentido a otras. En la carretera medito; en los paseos a pie tengo conversaciones conmigo misma. El movimiento es un bálsamo para un alma que tiene como peor enemigo la ansiedad. Yo siempre he sabido que es la cara B de mi costado energético y curioso, como si fuera el precio a pagar por ser una persona muy vital. Alguien me dijo recientemente que no se trataba de controlar la ansiedad sino de aprender a vivir con ella. Escucharla. Y, si soy sincera, normalmente me habla de lo mismo: de inseguridades, de falta de autoestima, y de querer controlar lo incontrolable. Estos días de viaje, de paseos y de amigazos reflexionaré sobre esto, mientras disfrute de la bonita Barcelona.
Publicado en redes sociales el 5 de diciembre de 2019.